Una paloma hizo amistad, durante la primavera de su vida con una flor de la pradera. Se conocieron poco, por ser tan distintas eran una asociación inesperada, pero ambas sabían que eran muy parecidas en el fondo.
La pequeña paloma, siempre dispuesta a explorar nuevos territorios tenía muchos sueños por cumplir y veía en sus alas, su mejor instrumento para ello.
La flor, resignada a crecer sola en los campos, admiraba la valentía de su amiga y al mismo tiempo, le asustaba hasta donde podía llegar su espíritu aventurero que, por supuesto, ella jamás tendría.
Un día la paloma le anuncio su despedida y la flor, que no se resignaba a perder a su mejor amiga le hizo jurar que se volverían a encontrar en el camino de sus vidas.
La paloma, emocionada en su juventud, viajo tanto, que llego a cumplir todos sus sueños, excepto uno: volver a ver a su amiga, la pequeña flor que le había prometido ir a su encuentro, aún a pasó lento.
Lo cierto es que la pequeña flor jamás dejo de ser pequeña y no salio de la pradera mientras la paloma ya cansada por los diversos viajes, se quedo esperando a la flor.
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